13 de septiembre de 2012

El autor romántico por excelencia: Pedro Braña Martínez

Sin duda se trata de un autor muy conocido por todos, pero que sin embargo pocos serían capaces de mencionar tres obras del mismo, o quizás siquiera alguna más allá de su célebre Coronación de la Macarena, la marcha que consiguió que el maestro Braña tuviese su hueco en la historia de los compositores de música procesional.

Pedro Braña Martínez
(foto: lalineacofrade.com)
Pedro Braña Martínez nace en la pequeña localidad de Candás (Asturias) en 1902. Tras estudiar en los prestigiosos conservatorios de Madrid y Turín, y tras unos años en Madrid, se le asigna plaza de director de la Banda Municipal de Sevilla en el año 1944. Dirige de forma notable a la misma hasta 1973, año en que se jubila, falleciendo en el año 1994. Pese a ser un extraño para todo lo que rodeaba a la Semana Santa sevillana por aquel entonces, la acabaría conociendo a la perfección, llegando a proponerse a si mismo componer, al menos, una obra procesional cada año. Su legado es de, al menos, una treintena de marchas procesionales. Decimos al menos debido a que, por desgracia, es uno de los grandes olvidados de la música procesional, siendo los últimos años en los cuales ha empezado a resurgir y a aparecer la gran mayoría de sus obras, olvidadas y perdidas en los archivos de nuestras bandas.

Anteriormente mencionábamos su obra más conocida, Coronación de la Macarena. Casi seguro que ustedes sabrán describirla mejor que yo: breve, elegante, alegre pero comedida, sin duda la mejor marcha compuesta nunca para una coronación canónica, incluso con un aire romántico. Parémonos ahí: probablemente esta sea la clave para entender la obra de este compositor asturiano. Pedro Braña le da a todas sus obras un aire místico, rodeado de romanticismo, que embelesa y no deja indiferente tras escuchar algunas de sus obras.

Pero como de un autor se puede hablar mucho, pero lo importante no es sino su música, vamos a dar ahora un breve repaso a algunas de sus más notables marchas procesionales, para que se den cuenta de lo que les decía anteriormente:


  • Virgen Dolorosa: compuesta en 1945, supone una de sus primeras marchas procesionales. Marcha sencilla, en un principio puede parecer una marcha seria más, pero escuchándola atentamente podemos apreciar ese carácter romántico: casi como si fuese un diálogo a la Virgen, una sentida oración que no deja indiferente. Delicada, suave, dulce; para este tipo de marchas las palabras se quedan cortas. Pedro Braña convierte la marcha procesional en un sentimiento popular. Añadimos un vídeo con su interpretación tras la imagen a la que está dedicada: la Virgen de los Dolores de la Hermandad de las Penas de San Vicente.
  • Madre de Dios de la Palma: marcha dedicada a la imagen del mismo nombre de la Hermandad del Cristo de Burgos en el año 1962. Se puede apreciar el carácter romántico del tema principal de la marcha, y cómo nos va atrayendo hasta la suavidad de esa dulce flauta que suena en el trío de la marcha. Una marcha que ni mucho menos deberíamos considerarla fúnebre, bajo la cual ya podría tildarse a Pedro Braña como uno de los grandes genios de la música procesional del siglo XX.

  • Nuestra Señora de la Encarnación: esta pieza está compuesta en 1970 y dedicada a la dolorosa de la Hermandad de San Benito. Su carácter es mucho más alegre que las anteriores, sin embargo sigue siendo característica la profundidad de la marcha propia de las obras de este autor. Resulta interesante y curioso el guiño que hace al conocido Cantemos al amor de los amores, cómo lo desarrolla y juega con él hasta convertirlo casi en una marcha nueva sencilla y plena de romanticismo. 

  • Salmo penitencial: bajo el subtítulo de música para un paso de Cristo, esta breve marcha compuesta en 1994 supone la última de su producción y dedicada a la Hermandad de Montesión. Una pieza diferente, llena de melancolía, parece la melodía del adiós de su autor, que fallecería pocos meses después. La última pieza de su legado no deja indiferente a nadie. De nuevo nos sorprende con hermosas melodías y contrastes, y hasta en su última obra quiso dejar patente su sello romántico.


Podría haber mencionado muchas más obras aparte de estas cuatro, pero son sólo una pequeña muestra de un legado que, aunque accesible, aún está por descubrir para muchos de nosotros. Os dejo a vuestra elección el buscar, investigar, conocer muchas más de sus obras; os aseguro que resultará tan sorprendente como gratificante. Eso sí, sus obras a veces resultan extrañas la primera vez que se escuchan, quizás debido a la profundidad de las mismas, y a que nuestros oidos, adaptados a la superficialidad de muchas de las marchas que se interpreta hoy día, no están acostumbrados a tal juego de armonías y tanta riqueza de matices como sólo podía componer el que a gusto personal, es el mejor compositor de la segunda mitad del siglo XX.
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